Incluso si por convicción cristiana se está contra todo tipo de violencia, lo que es mi
caso, hay que mirar con comprensión y compasión la opción de quienes se sienten
empujados a tomar las armas para luchar contra la injusticia y la opresión. Uno no
siempre puede elegir las circunstancias en las que se desenvuelve su vida; con
frecuencia son las circunstancias las que le condicionan. Esto debe ser tenido en cuenta
para personas como Gaspar G. Laviana, el Che Guevara y todos los demás que dan ese
paso. En casos como el de Cuba y Nicaragua la guerrilla revolucionaria consiguió su
objetivo de derrocar el poder político opresor. Pero eso no significa la victoria final, en
realidad es sólo el comienzo o primer paso para la transformación social. El proceso
político que sigue no es ni fácil ni breve. Los regímenes reaccionarios derrocados son
sólo uno de los instrumentos de los que se sirve el poder imperialista que domina en el
continente americano y en otras partes del mundo. Ese poder no va a dejar de actuar
para conservar su dominio aunque se hubiese derrocado a sus figuras políticas locales.
La guerra continúa ahora en otros campos de batalla: el de la economía sobre todo: los
regímenes revolucionarios deben experimentar bloqueos económicos internacionales.
También el propio terreno político: aparecen otras figuras políticas, como Violeta
Chamorro en Nicaragua, dispuestas a gestionar los intereses norteamericanos y los de
las clases terratenientes. En concreto en Nicaragua vimos también revueltas armadas,
“la contra”, disturbios populares, tensiones étnicas, “los misquitos”… y detrás de todas
esas operaciones se encuentra el imperialismo que no renuncia al control que quiere
ejercer sobre los pueblos sometidos.
Todo con la finalidad de que no se puedan realizar cambios en la economía que
perjudiquen los intereses de las clases superiores y de la potencia dominadora.
Instrumento esencial para influir sobre la mente de la población es el aparato
ideológico: sistema educativo, religión, prensa. La intensa campaña mediática que
comentamos, insiste hasta la saciedad sobre el conflicto del gobierno de Nicaragua con
la Universidad jesuita y con la Iglesia en general. Cada tipo de sociedad tiene el sistema
educativo, universitario que le conviene para reproducir la mentalidad que le sustenta.
Una sociedad clasista se dota de instrumentos de formación que generen en la población
aceptación de la estructura de clases con la desigualdad que genera y en la que se basa.
Un régimen que tiene por objetivo construir una sociedad socialista debe dotarse de los
medios educativos para promover los valores que la sustenten: la igualdad y la
solidaridad social que son la esencia del ideal que persigue. Esto implica actuar sobre el
sistema educativo, controlar sus instrumentos, ponerlo al servicio de la política que se
quiere realizar. La Universidad Centroamericana –UCA, y otras privadas que pueda
haber en Nicaragua y en otros países son máquinas de fabricar burgueses, gente
procedente de esa clase, que se puede costear su formación y que se forman para seguir
siendo una clase privilegiada. En uno de sus escritos, Gaspar G. Laviana informaba
sobre un médico que extirpó el apéndice cuatro o cinco veces a un campesino al que le
cobraba un dineral por cada operación. Tal doctor había estudiado en la UCA u otra
universidad similar. Universidades privadas para preparar gente para una sanidad
privada y profesionales para empresas y negocios privados. Ese tipo de gente aborrece
lo público, lo estatal, lo socialista que promueve la igualdad de los ciudadanos. No se